NARCISO Y ECO, EL
MITO SEGÚN OVIDIO (Metamorfosis, libro III v.339-510)
El adivino Tiresias daba a quien se las
solicitaba profecías verdaderas. La primera de éstas la recibió Liriope, ninfa
que tuvo, de su forzado ayuntamiento con el río Cefiso, un niño a quien puso
por nombre Narciso. Habiendo preguntado si éste habría de llegar a viejo, el
vate le contestó: "Si no se conociere". El tiempo vino a darle
razón.
Cuando Narciso cumplió los dieciséis años, fue pretendido por muchos jóvenes y
muchachas, y a todos se negó. En una ocasión en que cazaba, lo miró una ninfa
locuaz, que nunca habló antes que otro, ni pudo callar nunca después que otro
hablara: Eco, quien aún ahora devuelve las últimas palabras que escucha. Juno
había hecho que eso le ocurriera como castigo por distraerla con largas
pláticas mientras Júpiter la engañaba yaciendo con las ninfas. La diosa, al
caer en la cuenta de lo que ocurría, le redujo el uso de la voz a devolver los
sonidos extremos de las voces oídas.
Vio, pues, Eco a Narciso vagando por el campo, y al instante ardió de amor y lo
siguió a hurtadillas, y más lo amaba cuanto más lo seguía; pero nunca pudo
hablarle primero, porque su naturaleza se lo impedía, y hubo de esperar a que
él comenzara. Y esto ocurrió, porque alguna vez que se había apartado de sus
compañeros, Narciso preguntó en alta voz quién estaba presente, y Eco repitió
esta última palabra. Pasmado al oírla, Narciso gritó "Ven", y ella le
contestó con la misma voz. Engañado, el joven siguió hablando, y llegó a decir:
—"Juntémonos." Contestó Eco con la misma palabra, y salió de la selva
dispuesta a abrazarlo.
Huye Narciso, y habla: "Moriré antes que tengas poder sobre
nosotros", y ella tras repetir las últimas cuatro palabras, vuelve a
ocultarse en las selvas, cubre su rostro con follaje, y desde entonces habita
en grutas solitarias.
Más aún: dolida por el rechazo de que fue objeto, ama todavía con mayor
intensidad, y su cuerpo enflaquece y pierde todo jugo, y es ya solamente huesos
y voz, y luego nada más que voz; sus huesos se hicieron piedra. Un sonido, que
todos pueden oír, es cuanto de ella permanece.
Como a Eco, había despreciado el joven a otras ninfas y jóvenes. Alguien de los
despreciados rogó al cielo que, por justicia, él llegara a amar sin poder
adueñarse de lo que amara. Y Temis asintió al ruego tal.
Junto a una fuente clara, no tocada por hombre ni bestias ni follaje ni
calor de sol, llega Narciso a descansar; al ir a beber en sus aguas mira su
propia imagen y es arrebatado por el amor, juzgando que aquella imagen es un
cuerpo real; queda inmóvil ante ella, pasmado por su hermosura: sus ojos, su
cabello, sus mejillas y cuello, su boca y su color. Y admira cuanto es en él
admirable, y se desea y se busca y se quema, y trata inútilmente de besar y
abrazar lo que mira, ignorando que es sólo un reflejo lo que excita sus ojos;
sólo una imagen fugaz, que existe únicamente porque él se detiene a mirarla.
Olvidado de comer y dormir, queda allí inamovible, mirándose con ansia
insaciable, y quejándose a veces de la imposibilidad de realizar su amor,
imposibilidad tanto más dolorosa cuanto que el objeto a quien se dirige parece,
por todos los signos, corresponderle. Y suplica al niño a quien mira que salga
del agua y se le una, y, finalmente, da en la cuenta de que se trata no más que
de una imagen inasible, y que él mismo mueve el amor de que es víctima. Anhela
entonces poder apartarse de sí mismo, para dejar de amar, y comprende que eso
no le es dado, y pretende la muerte, aunque sabe que, al suprimirse, suprimiría
también a aquel a quien ama.
Llora, y su llanto, al mezclar el agua, oscurece su superficie y borra su
imagen, y él le ruega que no lo abandone, que a lo menos le permita
contemplarla, y, golpeándose, enrojece su pecho. Cuando el agua se sosegó
y Narciso pudo verse en ella de nuevo, no resistió más y comenzó a derretirse y
a desgastarse de amor, y perdió las fuerzas y el cuerpo que había sido amado
por Eco.
Sufrió ésta al verlo, aunque estaba airada todavía, y repitió sus quejas y el
sonido de sus golpes. Las últimas palabras de Narciso lamentaron la inutilidad
de su amor, y Eco las repitió, como repitió el adiós último que aquél se dijo a
sí mismo. Murió así Narciso, y, ya en el mundo infernal, siguió mirándose en la
Estigia. Lo lloran sus hermanas las náyades, lo lloran las dríadas, y Eco
responde a todas. Y ya dispuestas a quemar su cuerpo para sepultarlo,
encuentran en su lugar una flor de centro azafranado y pétalos blancos.
COMENTARIO:
“El narcisismo es la
excesiva complacencia en la consideración de las propias facultades u obras”
Definición RAE.
El narcisismo plantea un problema individual y un problema social.
Como problema
individual, al despreciar a los demás, y ser egocéntricos, los narcisistas se
acaban “ahogando” en sí mismos. Como le ocurrió a Narciso según alguna versión
del mito que dice que buscándose a sí mismo en el agua, se ahogó. Dado que consideran que los demás están
ahí para satisfacer sus necesidades, no dudan en tratarlos como objetos solo
necesarios para lograr sus objetivos. Así
como Narciso muere de hambre, el narcisista también, ya que metafóricamente hablando
las demás personas nos alimentan. Ya sea con sus diferencias, con sus distintos
valores, las demás personas te enseñan. Al considerarse superior al resto, el
narcisista pierde la oportunidad de aprender de los demás.
También las sociedades
pueden ser narcisistas. Es cierto que el narcisismo social tiene como objetivo
mantener la cohesión en el grupo. Actualmente los países necesitan de un
elemento común en el que se sientan reflejados. En ocasiones este elemento
unificador ha sido malsano, como fue el caso de la Alemania nazi. El Narcisismo
social debería plantearse considerando a la sociedad como un todo del que cada
una de sus partes es esencial para que perdure. Nuestra sociedad occidental
está fracasando al despreciar el resto de sociedades, de culturas, sus
sabidurías y valores morales, y como Narciso se está “muriendo de hambre” y
“perdiendo la vida”. Sería conveniente
que en este mundo globalizado, el narcisismo social se dirigiera a la totalidad
de los seres que lo forman, con lo que el desarrollo traería crecimiento y un
mayor bienestar para toda la humanidad.